viernes, 10 de abril de 2015

Historia de una urgencia inoportuna

Esta es la historia de una cagada. No es sobre una regañada muy fuerte, ni tampoco cuando algo se arruinó. Es literalmente, sobre una ida al baño. No mía, por supuesto, sino de mis hijos, que convierten un momento incómodo en un baño público en una historia digna de contar.

Estábamos los cuatro haciendo compras en Wal-Mart, ellos aprovechan cuando estamos en la sección de los vegetales, la que queda al otro extremo de los baños en el gigantesco supermercado, para anunciar la urgencia de sus necesidades básicas. Siempre lo hacen, yo creo que es porque les gusta que nos pongamos  a correr como locos por los pasillos, empujando a la gente y esquivando los carritos para llegar al baño antes de que se hagan en medio de la sección de galletas.

Pues llegamos al baño, estaba lleno de señoras, esperamos impacientes nuestro turno y nos metimos los tres en uno solo. Como ya no aguantaban, orinaron los dos al mismo tiempo, esto es siempre una mala idea, pero ante la urgencia no queda otra opción… Los hombres, vivo con tres y no los logro entender todavía,  tienen una fascinación extraña con su pene, y me di cuenta que empieza casi desde que nacen. Es su juguete favorito, por lo tanto, a los gemelos les pareció muy divertido hacer como si fueran pistolas y “dispararse” los orines, me tuve que quitar de en medio para no terminar yo también toda orinada. ¡Los hombres y sus cosas raras!

A todo esto, nadie de afuera se había dado cuenta, hasta que Javier y su hermoso, pero alto tono de voz me dijo:

-          - Maaaami, caaaaca!!! – gritó con cara de pánico.  
-          - Diay, siéntese y hace – le respondí

Y aquí empezó la odisea del día. Les voy a contar tal y como sucedió, con los diálogos y expresiones incluidas.

Javier decidió narrar su cagada… si, y a grito pelado y con los detalles.
-          - Maaaaaami, no me sale la caca!!

(Aquí fue donde las señoras que estaban afuera del baño se empezaron a reír)

-          - Empuje un poquito Javi – le susurré bien bajito.
-        -  No sale mami, está duuura

Gracias por compartir esa información.

Matías, como buen hermano, empezó a apoyarlo y hacerle barra. Con aplausos y gritos incluidos.

-        -  Yaaaayi, Yaaaayi, vaaamos Yayi, empuje la caca!!! - decía Matías.
-         -  Ahí viene un poquito mami, ya lo siento. Voy a seguir empujando duro.

De nuevo, gracias Javier por narrar el minuto a minuto.

Mientras Javi estaba en su tragedia, porque ya sudaba y todo. Matías se puso a filosofar.

-         -  Mami, tú no tienes pipi, verdad? Entonces como haces orines? Por donde te salen? – me dijo Mati.
-       -   Por otro huequito que tenemos las niñas, en la casa te cuento – le dije, porque las señoras de afuera del baño ya estaban estalladas de la risa.
-         -  Pero mami, por qué mejor no te pones una pipi y ya? Así más fácil.

Justo cuando ya no sabía que responder a mi hijo sobre su propuesta de que me cambiara de género, Javier alcanzó la meta y de manera muy gloriosa y orgullosa grito:

-Maaaami, ya salió! Ya salió la caca!


Matías le aplaudió, se abrazaron y finalmente salimos del baño en donde un grupo de señoras nos esperaban, con los ojos llorosos de tanto reír, para conocer a los niños que les hicieron el día. Uno con la narración explícita de su número dos y el otro con sus preguntas existenciales.
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