Fue un 9 de setiembre de hace seis años, cuando mi vida
cambió por completo. Después de pasar horas llorando en el baño, salí a anunciar
que estaba embarazada. A pesar de ser una gran sorpresa, todos se lo tomaron
con calma.
Fuimos al doctor y luego de un ultrasonido lo confirmó.
- - Felicidades, tiene un bebé sano creciendo dentro
de usted.
Uno! En ese momento estaba asustada por tener un bebé, me
hubiera encantado estar frente a un
espejo para verme la cara de atónita o que alguien me estuviera filmando cuatro
meses después, cuando la doctora, luego de un detallado ultrasonido en el que
solo decía “no puedo creerlo, cómo no vi esto antes, en dónde estaba metido”,
me informó que habían dos.
- - ¿Dos qué?, pregunte como tonta
- - Pues dos bebés! ¿Qué más?
Felicidades! Van a tener gemelos, varones los dos, vayan con
Dios.
Y vino de nuevo el llanto desenfrenado, moquiento, el que
hace que una haga bien feo. Lloraba del miedo, de la preocupación, por mi
inutilidad, de nuevo por el miedo y vi toda mi vida en un segundo. Vi dobles
cajas de pañales a la semana, miles de chupones, doble coche, doble ropa,
dobles pares de zapatos, hasta doble universidad, todo al mismo tiempo.
Luego vino la semana del shock, así me gusta decirle porque
en realidad así pasó. Una semana en la que yo no me lo creía, la gente me
hablaba y me felicitada y yo solo asentía y medio sonreía. No hablaba, no salía
de mi estado de ¿Oh por Dios y ahora qué
voy a hacer?
Ahora puedo decir que me estaba ahogando en un vaso de agua;
no estaba sola, siempre tuve a Andrés conmigo, que siendo él gemelo me ayudó a
entender lo maravilloso que iba a ser nuestra vida. Estaban mis papás, mis
suegros, cuñados y más personas para apoyarnos, en fin, sobrevivimos y hoy
puedo escribir las historias que tantas veces he contado cuando me preguntan,
¿Cómo hizo con gemelos?
El primer mes pasó, no dormimos una sola noche, comían en
turnos separados, había que cambiar demasiados pañales, pero una vez más,
sobrevivimos; pero cuando a mami se le acabaron las vacaciones y dejó de estar
en mi casa todo el día ayudándome y Andrés regresó también a trabajar, me vi
frente a estos dos diminutos bebés, ellos viéndome con esa expresión de “hola,
sos responsable de nosotros, tenés que cuidarnos y hacer que crezcamos fuertes
y sanos, suerte!”.
Poco a poco aprendí que las mamás tenemos que buscar la
forma de ser creativas e ingeniosas. Al principio me daba contra las paredes de
la frustración pero me di cuenta que en lugar de enredarme sola y complicarme,
tenía que hacer mi vida más sencilla, cuidar un bebé no debe de ser muy
distinto de cuidar dos...
Así que para que ninguno se me quedara sin comer (pasó un
día en el que Javier comió dos veces seguidas porque yo me confundí y creí que
la segunda vez le estaba dando de comer a Matías), hice una pizarra en donde
iba apuntado la hora en la que cada uno comía. Felices y llenos los dos.
Ya un poco más grandes, pero aún sin poder sostener su
chupón, les acomodaba las almohadas para que estas lo sostuvieran, así mientras uno comía, yo tenía las manos libres
para hacer otras tareas, como cambiar más pañales.
Cuando empezaron a caminar y tenía que perseguirlos, por
cierto nunca había estado en mejor forma que en esta época de mi vida (era como
entrenar para una maratón), decidí que lo mejor era andarlos con correas, sí,
como perritos. Aunque en público todo el mundo me mirara con ojos de “ay que horror esa mamá”, yo caminaba
con la cabeza muy en alto y con la confianza de que ninguno iba a salir
corriendo y se me iba a escapar y perder, porque era rapidísimos los bandidos.
Ahora todo es un poco más fácil, se cuidan entre ellos, hemos
ido aprendiendo juntos, a cómo lidiar, no con ellos, sino con la situación. A
saber manejarlos, a no hacer comparaciones, a hacerles entender cuando entraron
al kínder que no todos los niños tienen un hermano gemelo (llegaron muy
preocupados porque los demás niños estaban solos, sin nadie igual a la par) y
en realidad, recordando por todo lo que pasamos puedo decir, y siempre se lo
digo a la gente, que tener gemelos no es tan difícil como parece. No era
necesario pasar una semana en shock. Sí se puede sobrevivir en el intento. Hoy no me imagino mi vida sin ese par de niños
que llenan mi mente de preocupaciones, pero mi corazón de un profundo amor.
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