domingo, 12 de febrero de 2017

Cuando el amor entra en el juego

Javier y Matías a sus casi seis años son todos unos expertos en el amor. Saben lo importante, hay que respetar a las personas y amar a las más cercanas.  Reconocen que se aman entre ellos y aman a sus papás, abuelas y abuelos, pero no paran ahí, ahora resulta que tienen novias!! Y están enamorados… No sabía que en este punto empieza una a darse cuenta que criar varones no es nada fácil.

Al principio las amaban a todas, tenían novias, varias cada uno, en el kínder y por más que yo les explicara que eran amiguitas, ellos no diferenciaban.

-          - Hoy mi novia fue Alba, dijo una vez Javier.
-          - La mía fue Valeria, le respondió Matías.
-         -  Nooooo, chicos, así no es. No pueden cambiar de novia todos los días, cuando sean grandes pueden tener una novia a la vez, si les deja de gustar, pues terminan y después tienen otra, además, ¿Monse, Valeria y ellas, saben que son sus novias?
-          - JAMÁS mami, no qué vergüenza, ¿cómo les vamos a decir?, me respondían muertos de la risa y de la pena.


Hoy, ya en preparatoria, dicen tener solo una novia, la misma desde el año pasado. Ya son hombres de una sola mujer, dos diferentes por lo menos, porque todo pre kínder compartieron la misma novia, vivieron los dos todo el año enamorados de la misma compañera y muy orgullosos decían que su novia era la misma; lo hermoso del amor entre niños, no hay celos ni peleas.

Seguro al tener “una relación estable” por cierto tiempo con la misma compañerita, que por cierto, aún no sabe ella que son novios, porque todavía les da vergüenza decirlo, ha hecho que los gemelos profundicen más en el tema. Ven televisión y si en alguna película los personajes se dan un beso, ellos se levantan a aplaudir y se ríen con emoción, devuelven la escena para verla varias veces y preguntan cuándo le pueden dar un beso en la boca a una niña?

-          - Hasta que se casen! Respondo yo con voz de histérica, en broma, pero en realidad no tanto, tratando de preservar la inocencia de mis niños.

Y hablando de inocencia, esta poco a poco se ha ido llenando de preguntas curiosas con las que yo me hago bolas tratando de responder de la manera más normal, informativa y casual posible, que no se me note el miedo, que no lo huelan. Porque si lo hacen, en cualquier momento se me escapan de las manos y cuando me de cuenta ya se habrán convertido en todos unos adolescentes y ahí sí que vendrá el terror.

A veces ellos creen que saben mucho, todos unos conocedores del mundo adulto, como cuando Matías se puso dos limones abajo del cuello y me dijo “mira mami, tengo tacones como tú”. ¿Tacones? Me costó un poco entender lo que decía, él busco en su mente una palabra relacionada con las mujeres y asumió que era la correcta, quería decir: mira mami, tengo pechos. En momentos como ese, luego de reírme como desquiciada y explicarle la diferencia anatómica entre los hombres y las mujeres, me doy cuenta de que aún no saben nada y la inocencia sigue casi intacta.

Al contrario, en otras ocasiones siento que en realidad sí saben mucho, talvez desde su perspectiva de ver el mundo todo es más simple. Mi hermano Santiago se iba a ver con una amiga y Javier de la nada le aconsejó que no dejara que se le “subiera el corazón, porque después ella se daba cuenta”. De esta forma tan sencilla le dio a entender algo así como que no ande mucho detrás de ella, mejor ser deseado que sobrado.

Muchas veces me dejan pensando cómo es que saben tanto sobre temas que aún no hemos hablado? Pura intuición? Como cuando un día Andrés y yo veníamos discutiendo un poco en el carro con ellos atrás y Matías nos dijo “porqué mejor no dejan de pelear, se dan un beso en la boca y así hacen un bebé y todos nos ponemos felices”. No nos quedó otra que quedarnos callados, estoy segura que los dos pensamos “cómo sabe eso este chiquito?”, y finalmente darnos el beso. Adiós pelea.


Aquí el tema del amor y sus aristas da para tanto que contar y pensar, sobre todo pensar, en las noches cuando no puedo dormir tratando de resolver todos los problemas pasados, presentes y futuros, sobre cómo criar a los hijos para que sean buenos hombres y sobre todo respetuosos hacia las mujeres; yo creo que esa es una de las preocupaciones más grandes de una como madre, pero me parece que con todo y las historias graciosas que tendremos para contar, vamos por buen camino. 
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